Roberto Aparici
Yo he sido una de las tantas víctimas de la mafia académica que ,en varias oportunidades, intentaron hacerme desaparecer de la vida universitaria.
Estos individuos a los que califico como "maestros" de Vito Corleone suelen tener a su mujer y/o hijos dentro de la universidad. La familia directa significa votos a su favor a la hora de votaciones o decisiones que necesitan el apoyo de la mayoría, especialmente, si Don Vito es director/a del departamento.
No odio a quienes me quisieron liquidar ni tengo necesidad de venganza. Siento la necesidad de hacer público que ura trama académica mafiosa puede estar presente en todos los niveles de una universidad: departamentos, decanatos, institutos, centros tecnológicos, vicerrectorados, rectorados...y es imprescindible que se conozcan estas actividades irregulares que permanecen bien ocultas.
Si alguien se atreve a denunciar alguna de estas irregularidades, administrativas o económicas sin ser funcionarix está condenado hasta el fin de sus días de una renovación de contrato; por ejemplo, y, si es funcionarix será aisladx o marginado por considerarlx enemigx a los intereses del departamento. Excepto que se produjera un profundo cambio cambio estructural. Algo muy difícil que ocurra porque lxs herederxs del jefe ,no sólo su familia de sangre sino y, sobre todo, su "familia adoptiva" en las acciones realizadas, intentarán continuar su actividad depredadora adecuada al nuevo contexto.
Los actos mafiosos que conocemos a diario a nivel político, económico o tecnológico se dan también en las universidades de una manera especial y específica para que sigan siendo valoradas por ranking de calidad y no por el nivel de mafia que esconden sus paredes.
Sí . La mafia académica es una realidad, invisibilizada desde siempre. Casi nadie o nadie se atreve a denunciar estos hechos porque no existe dentro ni fuera de las universidades quienes se atrevan a proteger a quienes denuncien estas irregularidades.
En mi caso particular, cuando realicé una denuncia por persecución ideológica ante el rectorado, se nombró a un mediador para que llegáramos a un acuerdo e "hiciéramos las paces".
El mediador era un catedrático de Psicología y el procedimiento que se tomó es que este episodio no saliera de la universidad. Sí, para que todo siguiera igual como todos los días.
No me extraña nada el desenlace: tapar y ocultar para que parezca que todo es limpio y correcto. ¡Así vamos!
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